One exquisite Friday October afternoon, two collegiate postgraduates were scrutinizing scholarly records within Coffee House Cafe in Lincoln, NE when the aesthetic of the two, Claudia, looked up and discerned an utmost statuesque gentleman gracing the establishment with his presence. She found it onerous to resist his charm and to her astoundment, he perched with relative proximity her. Being the charming chivalrist that he was (and continues to be), Andrew could not help but cognize such a seraphic maiden studying devoid of a caffeinated beverage to fuel her imbibement of knowledge. Cooly, he approached her elegance and offered to render such a refreshment in exchange for witty dialogue. They articulated timelessly with great pleasure until brought back to reality by a barista cueing the two of the closing hour. They departed and divided with twinkling grins and a pledge to reunite in two moons time.

Subsequent to this initial convocation, solar obits and lunar phases have elapsed without falter in their flame. Forsooth, a plethora of intercontinental expeditions, mind broadening undertakings, and unfeigned amorous adulations have further embedded these animations in one another.

In vogue of the preceding of May, Andrew perceived the hour was virtuous for an undertaking of fidelity to his betrothed. They journeyed to the venue of their initial commencement, Tanker Hill. Assured of their endearment, he laid hold of her sinistral fourth digit, and donned a burnished gleaming annulus representative of his everlasting immutable devotion. Absent of hesitance, Claudia exclaimed her affirmation.

In honorary observation of this doting subarrhation, we are enraptured to petition your attendance of our nuptial union!

En la tarde de un hermoso viernes otoñal, dos estudiantes universitarios estaban inmersos en sus tediosos estudios en el café: “Coffee House” en Lincoln, NE, USA. Fue entonces que, la que consideramos la belleza de esta relación, Claudia, levantó la mirada y se percató de la presencia de un galán caballero que iluminaba la estancia con su figura. Su encanto le resultó irresistible, y, para su asombro, él, poco a poco, redujo la distancia entre ambos.

Siendo el encantador caballero que era (y sigue siendo), Andrew no pudo evitar percatarse de que la bella señorita estaba inmersa en su afán de conocimiento sin una bebida con cafeína para alimentar su embriaguez de nuevas venturas. Desenfadadamente, Andrew se acercó con elegancia y se ofreció a rendir ese refrigerio a cambio de unos minutos de desenfadado diálogo. Inmersos en una plácida conversación, perdieron la noción del tiempo y el espacio hasta que el barista del establecimiento los devolvió a la realidad y les indicó que era la hora de cierre. Nuestros héroes partieron caminos, ambos con amplias sonrisas y la promesa de reunirse en dos lunas, ignorando que acababan de embarcarse en una de las más importantes aventuras de sus vidas.

Posterior a esta convocatoria inicial, los obituarios solares y las fases lunares han transcurrido inexorablemente. Una plétora de expediciones intercontinentales, aventuras y proyectos que amplían la mente y adulaciones amorosas han asentado aún más estas animaciones entre sí.

En boga el anterior de mayo, Andrew decidió que la hora era virtuosa para una empresa de fidelidad a su prometida. De forma sutil y misteriosa (o eso creía él), llevó a la que iba a ser su futura esposa al lugar en el que, años atrás, formalizaron el comienzo de su relación amorosa. Tanker Hill. Seguro de su amor, tomó el cuarto dedo siniestro de ella y deslizó sobre él un reluciente anillo, representando su eterna e inmutable devoción. Ausente de vacilación, Claudia exclamó su afirmación ante el inminente enlace.

¡En observación honoraria de estos recientes acontecimientos, con el corazón lleno de amor, solicitamos su formal asistencia a nuestra unión nupcial!