Era una noche de celebración cuando los caminos de Manuel y Xenia se cruzaron por primera vez. La boda de su mejor amigo y su prima querida fue el escenario donde, entre luces doradas y risas despreocupadas, sus miradas apenas se rozaron. La vida, traviesa y juguetona, los había asignado como pareja para el desfile de honor, pero a último momento, Manuel no pudo participar. Así, como barcos que pasan de noche, no se dijeron una sola palabra.
Los años siguieron su curso, y el destino, que nunca olvida, decidió reunirlos de nuevo. Fue en una salida con amigos, organizada por esos lazos que los unían sin saberlo. La noche no salió como esperaban: el carro de Manuel se averió, y el plan cambió. Terminaron en un centro comercial, entre risas y juegos de mesa, ajenos aún al lazo invisible que los conectaba. Manuel y Xenia no se miraron más allá de un saludo, y cada uno tenía el corazón puesto en otro lugar.
Pero el destino seguía escribiendo su historia, y al año siguiente, los reunió una vez más en una reunión familiar. Manuel, esta vez, sintió que algo en Xenia le llamaba, un eco suave en el pecho, pero su timidez le ató las palabras. Esa noche, sin embargo, las coincidencias ya no eran casualidad, eran señales. Se encontraron de nuevo en otro evento, y Manuel, decidido a no dejar pasar la oportunidad, dio el primer paso. Fue la primera vez que sus voces se entrelazaron, y en el aire se percibió el chispazo de algo nuevo, algo que crecía en silencio desde aquella noche lejana.
Parecía un amor fugaz, uno de esos que nacen con el verano y mueren con las hojas del otoño. Xenia debía volver a su ciudad natal pues la universidad la esperaba, y Manuel permanecía en su ciudad. La distancia parecía un muro insalvable, pero sus corazones encontraron el modo de tender un puente de palabras, de risas compartidas a través de la distancia, de cartas y mensajes que cruzaban el país durante más de 10 largos meses.
Finalmente, un día de valentía, decidieron arriesgarse y llamarle por su nombre: noviazgo. Y así empezó su travesía juntos. Xenia, viviendo en la costa con el sonido del mar como su compañía, y Manuel, en la ciudad, enfrentando la vida cotidiana. La distancia los retaba, pero su amor crecía con cada amanecer y cada puesta de sol.
Pasaron casi cuatro años desde aquella decisión, y el amor que habían cultivado florecía con más fuerza. Fue entonces cuando Manuel, con el corazón en las manos, pidió a la familia de Xenia su aprobación para que ella sea su compañera para siempre. Xenia felizmente dio un SI y se prometieron crecer juntos, ser raíces y alas, y construir el hogar con el que habían soñado.
Ahora, después de tantas vueltas del destino, están listos para escribir un nuevo capítulo como un matrimonio. En una tarde de diciembre, bajo el sol dorado, Xenia y Manuel unirán sus vidas, rodeados de quienes aman y con la bendición de Dios. Es así como el amor que se encontró entre coincidencias y separaciones siempre supo que su final feliz era solo el comienzo de una historia eterna.